31. OPERACIÓN RETORNO

 


¡Hola, ratillas! Con lo bien que estábamos de vacaciones, que hasta os habíais olvidado de Me subo el sueldo, ya estamos aquí de nuevo. Muchos de vosotros aún estáis disfrutando, o apurando al máximo lo que os queda: esas jornadas interminables de piscina, esos mojitos en la playa (espero que donde haya 2 x 1), ese libro en la terraza… Pero se va acercando el temido día del regreso. Una vez superado, compararéis vuestro moreno con el del vecino, y os intercambiaréis fotos y recomendaciones.

El día del regreso suele ser agotador. Las maletas no se tardan tanto en hacer la tarde anterior, y al día siguiente, un par de coladas no matan a nadie, pero ese día D está dedicado por entero a viajar, salvo que no os hayáis ido lejos.

Ese día hay que estar a una hora en el aeropuerto, estación o puerto, o madrugar para una larga jornada de conducción. Y seguramente, habrá que hacer transbordos, escalas, o paradas técnicas. Y estos altos en el camino nos pillan muy flojitos: estamos de bajón, encima sigue haciendo calor, y tenemos necesidades como cualquier otro día: comer, beber, etc. En cambio, no contamos con las comodidades de nuestra casa, ni de nuestro lugar de vacaciones, y aflojamos la cartera. Ojo, que en los negocios lo saben, y están al acecho. Pero un ratilla de pro es más fuerte, más listo, y lo va a resistir. ¿Cómo? Aquí os lo contamos.

1.       Souvenirs: Esas camisetas, tazas de desayuno, pulseras con nuestro destino en letras grandes o imán con paella, realmente no se utilizan tanto, y encima son más caras que sin el motivo. Es verdad que todos acabamos picando, aunque solo sea para corresponder. Propongo, en vez de esas cosas, comprar un par de productos gastronómicos típicos, y hacer un pica-pica en casa con ello. Volvemos a ver a nuestros amigos, y compartimos un recuerdo. Pero cero de comprarlo en el aeropuerto. A modo de ejemplo, una cuña de queso de Mahón en un supermercado muy conocido costaba 3€. En el aeropuerto de Palma, 10€. Sin comentarios. Y la caja de miguelitos de La Roda con la que pensamos pasar el síndrome posvacacional no es más cara en los grandes almacenes de las capitales que en la gasolinera.

 

2.       Comidas: Lo más ratilla es salir ya comido, o llevar un bocata de casa. Desde luego, es lo más económico. Pero en un día tan duro como el regreso, que hace calor, hay atascos, esperas, mareos… ¿es lo mejor? Vale, podemos ser flexibles. Puestos a llevarnos comida de casa, si no vamos a volar, una nevera es nuestra mejor amiga. Podremos meter ensalada de súper, fruta, y sobre todo, agua y bebidas frías. Eso nos da la vida, y es mil veces mejor que un sándwich plastificado y multiplicado de precio en la máquina de una estación. Si hay que volar, eso mismo se puede llevar para comer durante la espera, ya pasado el control. Eso sí, habrá que comprar el agua fría. Pero una cosa es agua, y otra un menú. Concretamente en Barajas, un simple sándwich de una cadena que todos conocemos, está duplicado de precio respecto a los locales del centro de Madrid. Si vamos en coche, evitemos comer en gasolineras y áreas de servicio de autopistas o autovías. Ahí clavan, y suele haber mucha gente. Si no nos llevamos comida, es mejor entrar en un pueblo, y comer el menú del día, o lo que haya. Por el mismo precio, siempre será mejor que en un área de servicio. Sin embargo, si no tenemos tiempo de andar buscando y sucumbimos a los restaurantes de carretera, hay un truco que no falla demasiado: donde hay muchos camiones, o es barato, o se come bien.

 

3.       Bebidas: Casi todo lo del punto anterior vale para bebidas. En una jornada larga vamos a tener sed. Siempre necesitaremos agua, pero también café, o algo que nos mantenga el ojo abierto, sobre todo a los conductores. No merece la pena hacer acopio de agua fría (con su correspondiente recargo) más allá de la que haga falta en el momento si no hay nevera. Una botella grande sale mejor que dos pequeñas, pero… ¡no nos llevemos dos botellas grandes para dos personas! En aeropuertos y estaciones, las latas de refresco de las máquinas están más caras que en cafeterías normales. Casi es preferible pedirse el refresco en el bar, que nos lo sirven con hielo, no se calienta, y no hay que tomarlo con prisas. Otro tip: los cafés de máquina de gasolinera. No son los mejores, pero están más baratos que en cualquier cafetería. Es una excepción interesante, y una buena opción para cuando hay prisa y modorra a la vez.

 

4.       Prensa y productos de higiene: Como en todo lo anterior… ¡movamos Roma con Santiago para evitar gasolineras y aeropuertos! Nos tenemos que asegurar que llevamos pasta de dientes, toallitas de bebé, etc. antes de salir, y comprarlo en el súper. Y si no conducimos y vamos a leer, mejor llevamos el e-reader o compramos la prensa en el kiosko.

 

Bola extra: Si podemos hacer el viaje con relativa tranquilidad y vamos con niños, hay restaurantes a pie de carretera con piscina, y dejan bañarse a los que comen allí. Un chapuzón en mitad del viaje deja al conductor como nuevo, y reduce considerablemente la frecuencia del “¿cuándo llegamos?”.



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