48. Ahora lo que sube son los tipos de interés
¡Hola, ratillas!
Seguro que estáis oyendo por todas partes hablar de los tipos de interés, y no muy bien precisamente. Están subiendo, y lo sabes.
Nuestro equipo de profesionales ha salido a la calle a preguntar a la gente si sabe lo que son, y en qué nos afecta.
Tenemos varias respuestas destacadas:
1. Dos quinceañeras a la puerta del instituto: "Ay, lo acaba de explicar el profe, pero me saltó un WhatsApp y me lo perdí" (miraditas y risitas nerviosas).
2. Un estudiante de Derecho fumando un cigarro en el patio de atrás: "Deben ser esos que se fugaron después de liarla, y no los encuentra ni la poli".
3. Un jubilado con la bolsa del pan en la mano: "Malo, malo. Vamos de mal en peor".
4. Dos divorciadas en una terraza: "Lo que llevamos toda la mañana sin ver".
Pero, ¿qué es el interés? Pues lo que nos cuesta pagar más tarde lo que debemos. Un profesor lo definió como "el precio de la impaciencia", y nunca mejor dicho. Por no esperar a reunir lo que necesitamos para un capricho, pedimos financiación, y lo acabamos pagando más caro. Diréis que un piso no es un capricho, y que dónde estaréis cuando hayáis ahorrado suficiente para pagarlo. Vale, de acuerdo. Eso no lo podemos discutir.
Y ¿cómo se calcula? Es una proporción. Y encima directa. Aumenta en cuanto lo hace cualquier variable.
Capital (C): es el importe que nos prestan
Rédito (r): esto es el famoso "tipo de interés". El porcentaje que te cobran sobre el importe prestado o aplazado.
Tiempo (t): lo que tardas en devolver todo el dinero mes a mes, aunque aquí se cuenta en años para simplificar.
Interés (I): lo que terminas pagando, además del capital.
Fórmula del interés simple: I = C * r * t/100 - Carrete para los amigos.
Pero en realidad, los bancos utilizan fórmulas de interés compuesto, y sistemas de amortización. En Help my Cash o en Rankia os lo cuentan más en serio si queréis saber más y no es vuestro campo.
¿Quién los sube? Por un lado el mercado, pero más bien los bancos centrales cuando se trata de paliar un problema como ahora la inflación, o fomentar la inversión (en este caso, bajándolos).
Y ahora, al lío. ¿En qué nos afecta? Básicamente, en que nos salen más caros los préstamos, pero no solo. A algún ratilla de pro le puede venir hasta bien. Vamos caso a caso.
1. Me quiero comprar un piso y no tengo (mucho) ahorrado - Ahora, mejor no te hipoteques. Alquila si necesitas tu espacio ya ya. Así, si te quedas sin curro, te puedes ir libre (ojo a la cláusula que hayas firmado). - ¿Y si soy funcionario? - Bueno, así juegas con ventaja con la estabilidad. El tipo fijo no es lo más aconsejable. Todo lo que sube, baja, solo que no sabemos cuándo.
2. Tengo una hipoteca, y tengo ahorros - Pues aprovecha, y cancela lo que puedas de golpe. Para el resto, no reduzcas las cuotas. Si lo haces, aumenta el tiempo... y el interés con él. Y si no tienes ese retén, intenta moverla a otro banco donde te cobren menos. No va a ser fácil, pero inténtalo. Eso sí, procura no llevarte tres tarjetas y tres seguros puestos, más una vajilla de Bidasoa (un móvil o una tele tienen más salida en Wallapop).
3. Tengo ahorros, pero no hipoteca - No corras a comprarte un piso. Se están poniendo por las nubes, y los intereses también. Mételos en productos de inversión. Porque ahí es donde te dan rentabilidad. Ojo con el riesgo. Que te asesore alguien no solo con conocimiento, sino de tu confianza (es decir, al banco se va asesorado de casa).
4. No tengo lo uno ni lo otro. - Pues no te metas. Vas a dormir mejor que nadie. Y si quieres ahorrar, síguenos.
Resumiendo: la subida de los tipos perjudica a los prestatarios, pero beneficia a los ahorradores e inversores. Tanto si vas a endeudarte como si vas a invertir, busca y compara sin prisas.
Bola extra: si un familiar o amigo te puede prestar y se fía de ti, estás de suerte y te libras de los intereses. Aprovecha, pero luego cero de hacerse el remolón.
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